Después de leer (y releer, no nos engañemos) vuestros mensajes de recuerdo y cariño me gustaría contestaros uno a uno y agradeceros vuestras palabras, pero no tengo perfil en redes sociales, ya conocéis mi escasa relación con “la tecla”, así que os contesto a todos a través de los Piratas.
Estas líneas son para mis alumnos, desde los más antiguos - ¡33 años, ahí es nada! – hasta aquellos que aún puedo ver por el pasillo del instituto, y también para esos compañeros con los que no puedo ponerme en contacto de otro modo.
Ha sido una sorpresa muy emocionante recibirlos, tanto que confieso que se me ha caído más de una lágrima. En la entrevista que me hizo Lola para el periódico escribí que los alumnos no me habían dicho muchas veces lo que les aportaban mis clases o si les gustaban o no, está claro que no lo repetiré. No os imagináis la ilusión que me hace que me recordéis y, sobre todo, saber que he podido ayudaros de alguna manera. Haré caso de vuestro consejo e intentaré disfrutar de mi jubilación (es cierto el rumor escuchado por los vigías piratas: me jubilo con júbilo), aunque a lo mejor echo un poco de menos no tener que “azotarme o llorar al llegar a casa”…
Más de media vida acudiendo al Domingo Miral - primero para recibir yo clases de extraordinarios profesores, y después para impartirlas a tantos estupendos alumnos, muy buena gente a la que también recuerdo y recordaré - marca y lógicamente, voy a notar no tener que madrugar, corregir, estudiar para preparar lo que había que explicar, pasar por los pasillos, hablar con mis compañeros…
Muchas gracias a todos, en especial a los Piratas que han llevado la iniciativa de esta abrumadora sorpresa, y a mi hija Elena, “mi bastón informático”.
Que sigáis disfrutando de la lectura y si algún día me veis por la calle, paradme y nos “echaremos una charrada” sobre esos momentos que compartimos o sobre lo que se nos ocurra. Que os vaya todo y siempre muy bien.
Un abrazo, Carmen.
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